“Tengo que contárselo a los niños”
Rosalie
París, 13 de Noviembre, Restaurante Le Mélange des Genres, 21:30h.
Nos encontramos mis hijos y yo en el restaurante “Le Mélange des Genres” cenando.
Recuerdo exactamente lo
que pedimos, recuerdo la gente a nuestro alrededor en las otras mesas, tengo y
siempre tendré en mi mente la cara del camarero que pocos minutos después me
gritaba con el horror plasmado en sus facciones que me llevase a mis hijos a la
cocina y nos escondiésemos allí. Mi marido aún no ha llegado, acaba de
trabajar a las diez en el banco HSCB al otro lado del callejón que había detrás
de Bataclán, por lo tanto, debe pasar por él.
Paul
París, 13 de Noviembre, Banco HSCB, 22:00h. Estoy terminando
de archivar las últimas gestiones de las transacciones de esta tarde. Por fin podré
salir de aquí para dirigirme a cenar con mi familia. Como
era tradición, primero pasé por un kiosko para comprarles a mis hijos unas
golosinas para después de cenar y a mi mujer un ramo de flores. Empiezo
a caminar en dirección al callejón trasero a Bataclán, un salón de fiestas en
el que hoy se celebra un concierto de un grupo de rock duro llamado “Rock
Eagles of Death Metal”, no los conozco.
Rosalie
París, 13 de Noviembre, Restaurante Le Mélange des Genres,
22:30h. Llevamos aquí una hora, hace media que mi marido debería haber
aparecido, me estoy preocupando y corre el rumor de que ha pasado algo gordo en
la sala Bataclán. La gente está un poco inquieta, nos da miedo que el rumor sea
real, está cerca. En ese momento no
sabíamos lo que se nos venía encima.
Paul
París, 13 de Noviembre, callejón de Saint- Pierre Amelot,
22:15h. Estoy entrando en el callejón y oigo unos ruidos muy fuertes
provenientes del teatro. Imagino que será el concierto y prosigo mi camino.
Pero apenas pasan dos segundos y oigo sonidos que parecen disparos, las puertas
se abren y de ellas sale gente a borbotones, corriendo despavoridos como alma
que lleva el diablo. Me arrollan y caigo al suelo a medio metro de las puertas.
Cuando consigo levantarme veo a una chica de alrededor 19 años tirada en el
suelo sangrando por el abdomen y a un hombre de unos 40 a su lado llorando.
Cuando me acerco con intención de ayudar, oigo un sonido timbrante y el hombre
cae al suelo junto a la chica y un charco de sangre se derrama de su pecho, me
mira y dice “Maintenant, il est votre décision si vous allez vivre ou mourir
par ce que vous aimez” “Ahora es tu decisión si vas a
vivir o morir por lo que amas”
Rosalie
París, 13 de Noviembre, Restaurante Le Mélange des Genres, 23:00h. Nos
acaban de decir que es real, la sala Bataclán ha sido atacada por Yihadistas y
están tomando rehenes y asesinándolos, también hemos oído que han lanzado una
bomba en el estadio de fútbol, donde se está jugando un partido Francia-Alemania
al que ha asistido el presidente. Tengo miedo. Estoy con mis dos pequeños
debajo de una mesa en la cocina. Se oyen gritos muy cerca.
Paul
París, 13 de Noviembre, En alguna calle cercana al atentado, 23:10h. He
corrido como nunca escapando de ese lugar, he dejado atrás ese escenario
macabro que he presenciado a las puertas del Bataclán. He de llegar al
restaurante, pero los tiroteos y la gente me ha aturdido y no soy capaz de
pensar con claridad. Veo borroso y siendo un dolor punzante en la pierna. Creo
que puede ser un disparo, no me paro a pensarlo y sigo corriendo hasta que no puedo
más y me fallan las piernas. Caigo de bruces sobre las calles de París, manchadas
por la sangre de los revolucionarios franceses hace varias décadas, y por la
nuestra ahora. Se me nubla la vista y lo último que oigo son sirenas de policía
y ambulancia.
Rosalie
París, 13 de Noviembre, Cocina del restaurante Le Mélange des Genres,
23:15h. El miedo se ha apoderado del restaurante, sabemos que hay muertos. La
radio cuenta noticias espantosas a cada minuto que pasa, han habido tiroteos en
distintas zonas de París. He llamado a Paul pero no me lo ha cogido. Es
evidente que se habrá enterado, y con el bullicio no oye el móvil. Sólo espero
que esté a salvo. Luca y Amelie están asustados. Luca al ser el pequeño llora
mientras mira a la gente pasar ante la puerta aterrorizada, Amelie está siendo
muy valiente, está asustada pero se ha acercado hace un rato a ayudar a una
anciana que se había caído cuando se acercaba al cristal para observar el
panorama. Sólo quiero que estén bien. Mis pobres pequeños, no deberían estar
viviendo algo así.
Paul
París, 13 de Noviembre, Lugar desconocido, hora indefinida. Abro los
ojos y una luz muy potente y muy blanca me ciega por unos momentos. Oigo voces
que me animan a que despierte, cuando al final lo hago me doy cuenta de que
estoy en una ambulancia que se precipita a toda prisa por la carretera. En la
radio se oyen voces urgentes que piden ayuda. Aun llevo mi ropa de calle,
supongo que no había tiempo para ponerme la bata de hospital, en estas
circunstancias… Eso es lo de menos. De repente, la ambulancia sufre un golpe
desde el lateral que nos hace dar vueltas de campana consecutivamente y la
fuerza centrífuga me expulsa de allí, lanzándome al asfalto. “No voy a salir de esta”
pensé mientras estaba tirado en la carretera con la mitad de mis huesos rotos
Veré a mi familia de nuevo? Y me duermo de nuevo. Ya no siento dolor.
Rosalie
Hemos oído un fuerte estruendo justo delante de la puerta del restaurante.
Parece irónico que con lo que está pasando, los accidentes de tráfico pierdan
importancia. Abrimos las puertas y vemos una ambulancia envuelta en llamas a
unos cuatro metros y un cuerpo del que parecía ser el enfermo trasladado a dos
metros de ella, cubierto de sangre y escombros. No puedo seguir presenciando
esta terrible imagen. Y me adentro de nuevo en el restaurante. Me siento a
descansar con mis niños en la moqueta del comedor mientras veo que las personas
del restaurante salen a ver si pueden hacer algo por aquel hombre. De repente
una luz me ilumina la mente. Mi marido. Me levanto rápidamente sobresaltando a
mis hijos pero importándome bien poco, rápidamente le pido a una mujer que los
vigile un momento y salgo.
El corazón me palpita muy fuerte. Será él? No puede serlo, él está a
salvo, Paul está a salvo, tiene que estarlo.
Me acerco lentamente al círculo de gente que rodea el cuerpo que aun
parece estar con vida. Pido paso y poco a poco la gente se aparta dejándome ver
a un hombre mugriento y con la cara totalmente deformada, quizá por haberse
expuesto a alguna de las bombas, quizá por el golpe y arrastre sufrido al salir
disparado de la ambulancia. Este hombre me resulta muy familiar, pero tanto
como para ser mi marido? Desde luego está irreconocible… Miro atentamente su
rostro y no logro encontrar el peculiar lunar que tiene mi marido bajo el labio
inferior. Justo cuando decido desistir y me vuelvo para ir con mis hijos, el
hombre abre los ojos y dice “Rosalie”
Me vuelvo y veo sus ojos, color negro azabache. Cómo no iba a reconocer
esos ojos. Esos dichosos ojos que confirman mi mayor temor. Es él, es Paul. Y
se está muriendo.
Paul
Costosamente abro los ojos, no sé por qué ni cómo, pero mi instinto me
dice que use mis últimas fuerzas para abrirlos. Que es importante. Y tanto que
lo es. Ante mí, veo a mi preocupada esposa. Más bella que nunca, parece un
ángel al aparecer en esta situación. Mi ángel que viene a llevarme al cielo, a
la paz infinita tras este dolor. La veo darse la vuelta pero no puedo permitirlo,
y con un susurro ronco, pronuncio su nombre “Rosalie”. Se frena y poco a poco
se da la vuelta, y su cara pasa por tres transformaciones. Del alivio a la
alegría, y luego se hunde en la más profunda tristeza. Lo comprendo amor mío, lo
comprendo. Me mira a los ojos y empieza a llorar mientras se arrodilla a mi
lado. Veo la comprensión y compasión en la mirada de las personas a nuestro
alrededor, que se alejan para dejarnos intimidad. En mis últimos segundos de
vida. Así acaba mi historia? Desangrándome en una calle de París? En una
carretera mugrienta por culpa de unos locos… Miro de reojo al restaurante y veo
a mis dos hijos con una mujer sonriendo, me alegro de que lo hagan, no merecen
llorar. Agradezco haberles podido ver por última vez.
Rosalie
No puedo parar de llorar. Paul me mira con ternura, pero sé que hay
dolor en su mirada, dolor por tener que dejarnos, dolor físico, dolor en su
orgullo por haber perdido esta batalla, dolor por tener que acabar así… Conozco
a mi marido a la perfección, tanto que no hacen falta pronunciar ninguna
palabra de despedida, solo nos miramos a los ojos y cuando veo que pestañea, me
acerco a sus labios y le beso, mientras él exhala su último suspiro de vida, me
separo y veo que su boca se tuerce en una leve sonrisa y la luz de sus ojos se
apaga. “Adiós, amor mío, siempre te amaré” Veo que debajo de la chaqueta
sobresale algo rojo, aparto la tela y consigo ver los estropeados pétalos de un
ramo de rosas rojas, nuestra eterna tradición…
Cuando le tapo con una manta y me giro lentamente, veo a mis niños
mirándome serios. Sé que son conscientes de que algo malo ha pasado. Me acerco
y le susurro a la mujer a la que se los dejé “Tengo que contárselo a los niños”.