domingo, 28 de octubre de 2018

Hoy salí a la calle.

Hoy salí a la calle.
Sí, hoy salí a la calle como cada día, para hacer lo que cada día, pero juntas.
Hoy fuimos a gritar y a luchar por lo que es nuestro.
Por lo que siempre ha sido nuestro.
Hoy salí a la calle.
Y volví sin voz, con los ojos humedecidos y la sonrisa temblando.
Por que sois tan fuertes, somos tan fuertes, y gritamos tan fuerte.
Gritamos tan fuerte dentro de esta caja de cristal en la que nos tienen desde que abrimos los ojos, los oídos y la boca.
Hoy salí a la calle.
Hoy lloré por esas 68 mujeres, 68 madres, hijas, hermanas, 68 almas que fueron asesinadas por el Patriarcado.
Lloré porque con ropa o sin ropa mi cuerpo no se toca, porque sola o borracha quiero llegar a casa, porque no es no y lo demás es violación, porque justicia machista defensa feminista, porque no estamos todas faltan las asesinadas, porque que no que no que no tenemos miedo.
Hoy salí a la calle.
Y me emocionó ver a todas las personas que allí estábamos, que aunque no nos manifestemos todos los días, no olvidamos la lucha.
No olvidamos lo que nos hacen.
Que nos matan. Que nos violan. Nos matan. Nos violan. Nos matan.
Hoy salí a la calle.
Y hoy la calle, también fue nuestra.

lunes, 22 de octubre de 2018

El duelo.

Es curioso como las personas asumimos la pérdida o la derrota... Al principio negamos lo evidente y simplemente nos auto convencemos de que no ha ocurrido, que todo va bien, para así no tener que admitir que estamos hechos mierda por dentro. Pero esto no suele durar mucho hasta que chocamos con la realidad, y cuanto más tarde, peor.
A continuación tendemos a enfadarnos y a pretender culpar a otro de todo, porque saber que ha ocurrido sin precedentes es muy doloroso y es más fácil buscar un motivo externo, es la llamada Ira. Aparece por la frustración de que la muerte es irreversible y que no se puede hacer nada contra ello.
Cuando buscamos salidas para modificar la pérdida de manera que no sea tan grave como es, estamos en la negociación, para revertir lo ocurrido o pensar en qué habría ocurrido si...? La parte más triste sin duda alguna es cuando pasamos a la tristeza, la depresión.
Llegados a este punto no negamos ni aceptamos nada, solo lloramos y nos encerramos en nosotros mismos, pero sin cambiar nada, nos deshacemos en lágrimas, nos aislamos, y sacamos todo para depurarnos, pero no nos ayuda a superar nada... Y quizá eso es lo más duro, saber que cuando parece que dejas de llorar y has expulsado todo el dolor de ti, aún queda la parte más difícil y longeva... La aceptación.
Aunque parezca la última etapa, la luz al final del túnel, el último paso para asumirlo y seguir con tu vida, es también la que más dura, si bien toda la vida. No olvidamos ni superamos la pérdida o derrota, sino que aprendemos a vivir con ello y sobrellevarlo sabiendo que no lo es todo. Y así, quizá, algún día, ser felices.
Las fases de un duelo (no solo por la pérdida de un familiar, la ruptura con una pareja, o la derrota por un sueño) no son un guión preestablecido, no son una serie de puntos por los que tienes que pasar necesariamente, ni en un orden concreto. Cada persona es un mundo, cosa que sabemos de sobra, y cada quién siente y padece las cosas de diferente manera.


Hoy dedico esto a las personas que han perdido recientemente a alguien o algo por lo que luchaban.