jueves, 6 de junio de 2019

Estoy enfadada.

Sí, estoy enfadada contigo, por no valorar lo que tienes delante de ti.
Y no hablo (solo) de mí, sino de todo a tu alrededor.
No valoras el tiempo que te dedican las personas a tu alrededor.
No valoras el aire que respiras, el agua que bebes, la tierra que pisas.
Tampoco estás valorando que tu mascota se acerque a ti en busca de un poco de cariño en tus protectores brazos.
O el calor que da el sol en tu piel cuando ya está atardeciendo y no quema.
Ni las gotas de lluvia que ruedan por tu cara, por tu pelo, hasta resbalar de tus dedos en caída libre al suelo.
Tampoco la comida que te llevas a la boca cuando tu estómago lleva mucho exigiéndola.
Creo que no valoras el piar de los pájaros cuando estás tumbada en un césped rodeada de árboles, sonido que omites por costumbre, pero que si te paras a escuchar es hermosísimo.
No pareces valorar los besos, los abrazos, las caricias que pueda darte mientras nos recostamos en cualquier superficie a hablar sobre cualquier asunto.
Ni los te quieros que arrancas de las personas que te los dedican.
Aún sin recibirlos de vuelta.
No valoras los orgasmos, los gritos, los llantos, las carcajadas y los gemidos. Los insultos, los apelativos cariñosos, las palabras de consuelo o de ánimo.
Pero sobre todo no valoras tu vida.
No valoras la suerte que tiene una persona como tu de estar VIVA, de estar AQUÍ y AHORA y de poder disfrutar de todo lo que tienes a tu alcance.

Por favor, valóralo.

Y no dudes, haz lo que sientas sin pensarlo tanto, valora que tienes la posibilidad de hacerlo.
Vive, ríe, come, canta, folla, bebe, respira, grita, ama, demuéstralo. Y sonríe. Porque estás viva y aún puedes hacerlo todo otra vez.

Valoralo, valórate, valorame.

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